Es clarísimo que no vale lo mismo un culo indígena o afro o de un trans pobre que el culo de un hombre blanco, heterosexual y rico. Sin embargo, más allá del racismo y del clasismo, lo cierto es que el culo es, quizá, el único órgano que rompe con el binarismo tradicional —pene (varón)/vagina (mujer), como modelo de “lo natural”, lo normal y lo armonioso— y nos une a todos como cuerpo: todos tenemos culo, independientemente del sexo, la clase o la raza.
Por: Juan Bernardo Tobón Beca Curaduría Histórica 2020
En el contexto colombiano, el culo tiene muchos significados…
… y significantes e, incluso, se relaciona en el lenguaje vulgar con el acto sexual a través del verbo ‘culear’ o ‘culiar’. Bajo esta óptica, se entendería como un acto sexual de dominación de un sujetx por otrx, que en el caso de una relación sexual heterosexual no significa tener sexo anal consensuadamente, sino una posible violación: “a ese man se lo culiaron”. Desde otra óptica, sin embargo, el verbo culiar indicaría que algo sobrepasó al sujeto que ejecuta una acción o cierta actividad: “Me culiaron en el examen” sería una frase que bien podría sugerir la connotación señalada. O, visto desde otra perspectiva, indicaría arrojo, valentía, denuedo, intrepidez o decisión si la usamos, por ejemplo, para señalar que una persona o grupo social se enfrenta a una situación adversa: “le puso el culo al problema”.
Lo que estamos señalando es que el culo y sus posibles conjugaciones verbales —yo culeo, tú culeas, él culea…— remite a diversos ámbitos. El culo es, en muchas ocasiones, un lugar para el prejuicio y la ofensa. Por ello, tiene policía (todo el mundo se cuida el culo) y política (porque es el lugar común donde se construye el machismo, la homofobia y el racismo). Tanto así que el culo está atravesado por variables como la clase, el género, el sexo y la raza.
Es clarísimo que no vale lo mismo un culo indígena
o afro o de un trans pobre
que el culo de un hombre blanco, heterosexual y rico.
Todos tenemos culo, independientemente del sexo, la clase o la raza
Sin embargo, más allá del racismo y del clasismo, lo cierto es que el culo es, quizá, el único órgano que rompe con el binarismo tradicional —pene (varón)/vagina (mujer), como modelo de ‘lo natural’, lo normal y lo armonioso— y nos une a todos como cuerpo: todos tenemos culo, independientemente del sexo, la clase o la raza. Esto explica, precisamente, por qué el culo, como uno de los tantos ejes de producción del placer no tiene género, no es ni masculino ni femenino, produce un cortocircuito en la división sexual, es un centro de pasividad primordial, lugar abyecto por excelencia, próximo al detritus y la mierda, agujero negro universal por el que se cuelan o culean los géneros, los sexos, las identidades y el capital. Entendido desde esta perspectiva, la expresión “poner el culo” funciona como una metáfora política que indica, al mismo tiempo, “poner el cuerpo”, esto es, poner el cuerpo a los placeres normativos, al capital, a las políticas de género binarias, al racismo, a las corporalidades hegemónicas y, por supuesto, a otros cuerpos…
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