LA VIDA EN ENTREDICHO: SER LÍDER CAMPESINO Y GAY

HISTORIAS DE VIDA
Cuando volvió a Caloto, un municipio al norte de Cauca, Ramiro* se convirtió en un líder. Con sólo 15 años y a través de un movimiento juvenil campesino, logró que 20 familias pudieran regresar a sus hogares, en uno de los corregimientos del pueblo. Al igual que él, habían sido desplazadas forzosamente. 
Por: Laura A. Torres Martínez – Pacifista!

Vivían en medio de la más cruda pobreza y violencia

Ahora, Ramiro tiene más del doble de la edad que tenía cuando volvió a su pueblo. A finales de la década de los 90, él y su familia vivían en medio de la más cruda pobreza y violencia que azotaba su corregimiento. Dormían debajo de las alcantarillas y los acueductos y debían repartirse turnos de vigilancia para garantizar su seguridad. Así estuvieron durante dos años, protegiéndose de la antigua guerrilla de las Farc, hasta que llegaron los paramilitares a la zona. 

Entonces, a sus 12 años, Ramiro no sólo sobrevivió a una masacre perpetrada por las Autodefensas Unidas de Colombia –Auc– en el lugar en donde vivía, sino que debió huir. El grupo paramilitar amenazó a su familia y les dieron la orden de irse, bajo el pretexto de que eran colaboradores de las Farc. En medio del terror, asesinaron a tiros a varias personas delante de él, golpearon a su mamá y secuestraron a su papá. 

“Tuvimos que dejar de estudiar tanto tiempo, desplazarnos de las casas, irnos, dejarlo todo abandonado… Uno pierde muchas cosas”, recuerda él sobre estos eventos.

Afortunadamente, su padre pudo escaparse de los paramilitares, pero Ramiro tuvo que irse para Bogotá. Vivió en la calle durante dos años. Luego se fue a Tuluá (Valle del Cauca) en donde un par de conocidos le dieron casa y cuando cumplió 15 años, decidió volver a Caloto.

Una vez allí, además de lograr que 20 familias como la suya pudieran regresar a su territorio, Ramiro consiguió que otros dos corregimientos y seis veredas se unieran al movimiento campesino que se estaba gestando, lo que les permitió convertirse en una asociación campesina en el municipio. 

Foto de referencia (Internet).

Ramiro es un hombre gay

que en medio de su liderazgo

reconoce abiertamente

su orientación sexual.

También busca representar a la población LGBTI campesina

en contextos rurales del norte de Cauca. Hacerlo le ha costado mucho, porque además de los señalamientos y acusaciones que afronta contra su labor, en él recae el estigma de una sociedad que violenta a las personas gais, lesbianas, bisexuales y trans.

Todo lo que le ha pasado en la vida le ha dejado secuelas psicosociales, a pesar de que él las ha verbalizado. “Uno nunca va a olvidar. Créame que yo tengo química a veces de lo que pasó en el 2001, horrible, como si fuera ayer. Y yo he ido al psicólogo y he hablado con el mundo para sacarme esta vaina pero ah ah –relata Ramiro, mientras hace un sonido de negación–. Y me acuerdo de todito, todito, de cómo empecé…”.

En 2005, el pie de Fuerza Pública se intensificó en el corregimiento. Fue, entonces, cuando la Policía y el Ejército empezaron a señalarlo a él y a la asociación campesina, tildándolos de guerrilleros de las Farc.A él lo agredían física y verbalmente por su orientación sexual.

Dos años después, mientras se encontraba en un corregimiento de Santander de Quilichao, fue víctima de un intento de asesinato por parte de la Fuerza Pública, según denuncia Ramiro. Le dispararon y luego lo insultaron. “Llegó cantidad de Fuerza Pública a señalarme, a criticarme, a decirme cosas. Que yo era el marica, que yo era el gay”, cuenta él sobre ese día. El hecho lo conoce la Unidad para las Víctimas y está inscrito en el Registro Único de Víctimas.

Nada impidió que Ramiro siguiera haciendo su trabajo, a pesar de las dificultades. Cumplió 18 años y fue elegido presidente de la Junta de Acción Comunal. 

Cinco años después de ese intento de asesinato y de nuevo en Santander de Quilichao, tuvo lugar una operación conjunta entre Ejército y Policía. Ramiro fue detenido de manera arbitraria durante cuatro meses, bajo las acusaciones de que era un integrante de las Farc. 

Foto de referencia (Internet).

Estaba en su propia casa cuando fue detenido. Escuchó llegar a los oficiales, pero no sabía quiénes eran. Con el temor de que se trataran de paramilitares, guardó todos los documentos que tenía sobre campesinos y campesinas. Cerró las puertas y se negó a abrir, pero los hombres intentaron tirar la puerta. 

Se identificaron como Policía Nacional y le informaron que se trataba de un allanamiento con una orden de captura en su contra, pues al parecer, alegaban, él había hecho parte del plan para asesinar a un comandante del Ejército.Se lo llevaron en el helicóptero rumbo a Popayán y advirtieron a la comunidad que se trataba de un guerrillero. 

No sólo recibía ataques

de la Fuerza Pública,

sino que grupos armados

ilegales seguían señalándolo.

“Ramiro tiene 12 horas para salir del territorio, marica hijueputa”, decía uno de los panfletos que recibió, tal vez de las Farc, relata él. 

“(Se leía) una cantidad de cosas que hasta me da pena decirlas. Que yo era gay, que yo era marica, que yo era un hijueputa, malparido… Un poco de groserías y que si yo no me iba le entregaban la cabeza a mi mamá”, dice. 

Luego las Auc lo amenazaron; lo seguían llamando guerrillero a través de panfletos entregados a sus amigos y conocidos. También se referían a su orientación sexual de forma peyorativa. Luego le enviaron un mensaje de texto en el que le decían que debía colaborarles o lo mataban. “‘Vengan, que estoy solo. Aquí los espero’ –les respondió–. Les di hasta la dirección y me bloquearon”.

Ahora, Ramiro no puede viajar por todo el departamento, porque el riesgo de ser asesinado está latente, pues sigue recibiendo amenazas de los actores armados. A él le llegan panfletos, pero no están firmados, por lo que no sabe de dónde provienen.

“Para andar, hay que saber andar, dónde uno meterse. Hay municipios donde yo voy y no puedo estar, pero voy (…). Me dicen que me van a matar, que me van a levantar con todo el esquema del carro. Entonces, ese es el riesgo –dice entre risas Ramiro–, ese es el riesgo no más”. Aún así, sigue ejerciendo su liderazgo con convicción.

“Me decían que yo era gay,

que yo era marica,

que yo era un hijueputa, malparido…

y que si yo no me iba le entregaban

la cabeza a mi mamá…”.

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