LOS DE LAS BOTAS PANTANERAS

HISTORIAS DE VIDA
Carlos* es un hombre de 43 años con expresión de género diversa. Juan Camilo cumplió 30 años. Es un hombre gay afrodescendiente, oriundo de un municipio en Cauca, a casi 40 km de Popayán. Sus primeros años los vivió en Padilla, de donde se fue por las amenazas y agresiones que recibía por su orientación sexual.
Por: Laura A. Torres Martínez – Pacifista!

Conoció lo que era la discriminación y la homofobia desde muy pequeño

En 2002, cuando tenía apenas 11 años, circularon varias amenazas de muerte contra la población LGBTI en el municipio, pero Juan Camilo no sabe de qué personas o grupos provenían. “Decían que los iban a asesinar, a matar y pues fue allí cuando fue creándose ese daño psicológico, como esa depresión” relata. 

Ha sido víctima de violencia sexual en varias ocasiones. La primera vez que lo intentaron agredir tenía sólo siete años. “Era un señor que tenía unas botas. Lo recuerdo tanto porque ellos mantenían mucho en las fincas y más alrededor de mi casa, pues porque todo eso por allá era así: era monte, todo ese tipo de cosas”, recuerda Juan Camilo. No fue violentado porque pudo gritar y pedir ayuda, pero siete años después no contó con esa suerte.

“Cuando tenía como 14 años volvieron y me intentaron violar y ahí sí me violaron”, cuenta. De las agresiones sexuales recuerda que los victimarios siempre hacían mención a su orientación sexual. Lo llamaban maricón e incluso, que “estaba hecho una uvita”. 

En Padilla fue agredido sexualmente en tres ocasiones. Todas, según dice, posiblemente a manos de integrantes de la antigua guerrilla de las Farc. “Fue por ellos, porque yo me mantenía mucho en la finca de mi casa, aledaña a la montaña (…). Me acuerdo de que les vi como el uniforme. Sí, tenían un uniforme verde y sí era como verdoso y botas pantaneras, porque no eran botas de policía, no, eran unas botas pantaneras”, recalca.

Sí, tenían un uniforme verde y sí era

como verdoso y botas pantaneras,

no eran botas de policía,

no, eran unas botas pantaneras”.

) Foto de referencia (Internet).

Creció escuchando que a los homosexuales los mataban

Mientras vivía en Padilla veía a esos hombres andar en filas, subiendo hacia la montaña. El terror se apoderaba de su cuerpo, porque creció escuchando que a los homosexuales los mataban, “que una cosa y que lo otro, porque mi pueblo ha sido muy machista”, dice. 

Entonces, terminó de estudiar el bachillerato y cuando se graduó decidió irse a Villa Rica junto a su mamá, que había vuelto a ese pueblo cuando él tenía 10 años. Era 2008, tenía 17 años y el maltrato, amenazas y violencias que afrontaba lo obligaron a irse. Víctima de desplazamiento forzado, posiblemente por la ex Farc, tuvo que salir de Padilla. La Gobernación de Cauca conoció su caso y está inscrito en el Registro Único de Víctimas por ese hecho victimizante.

Luego se fue para Popayán, de donde viajó hasta Cajibío (Cauca) porque no tenía con quién vivir en la capital del departamento. 

Hace cuatro años sufrió la más reciente agresión sexual. Estaba en Caloto, Cauca, en un evento sobre lideresas y líderes. Conoció a un par de hombres y tomó un par de copas con ellos, sin sospechar que algo le pasaría. “No les vi ninguna malicia ni nada”, recuerda. No había bebido mucho, pero perdió el conocimiento. 

Despertó en una finca, sin zapatos y con la camisa desabotonada. No sabe exactamente qué fue lo que le hicieron, pero quedó con una cicatriz en la parte de atrás de su cuerpo. “Ahí fue que me di cuenta que me habían violado, porque me dejaron en ese sector de allá –narra–. Estas personas estaban de civil, pero imagino yo eran actores civiles armados, porque pues para llevarme hasta por allá, un sector en el que también hay pues ese tipo de actores, debe haber sido así”.

Foto de referencia (Internet).

La violencia ha dejado huella en todas las esferas de su vida

“Tu vida no es igual y pasa sin rumbo, como sin ilusión, sin nada, sin tu familia al lado; sin tus compañeros de estudio al lado, sin nadie que tú conozcas para empezar de cero. Todas esas cosas lo afectan a uno y a mí eso me afectó demasiado”, narra Juan Camilo. No pudo terminar de estudiar como hubiera querido, tampoco ha podido comprar su propia casa porque no tiene estabilidad económica. 

Sí ha contado con apoyo psicológico y psiquiátrico para tratar la depresión desencadenada por todos estos hechos. Aún no tiene certeza de que ha logrado superarla del todo, pero sigue intentándolo. Es un sobreviviente.

“Tu vida no es igual y pasa sin rumbo,

como sin ilusión, sin nada (…).

Todas esas cosas lo afectan a uno

y a mí eso me afectó demasiado

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